MMMMMMMMMMUUUAAAKKKKK
Muuuuaaaaakkkkkk
Muuuuaaakkkkkkkk...
Joer, qué ricos saben los besos
sobretodo cuando no se habla
cuando los ojos se miran
y sobran las palabras...
Y es que no me atrevo a decirla
cuánto me gusta,
porque si se lo digo,
igual se enfada o se asusta.
¿Qué hacer?
Seguiré dándola besos
de esos que casi no se escuchan
de esos que ni se ven
porque entre su pantalla y la mía
hay un mundo sin pared.
Pero nos vemos,
nos leemos,
nos escuchamos casi sin querer
y sus palabras me suenan
como campanadas de mujer
que me acarician desde los dedos
hasta la forma en que la quiero yo ver.
Y me siento en esta silla
y pienso que está ahí, delante,
como si fuera la chica callada y distante
ésa, que siempre me imaginé.
Mmmmmuuaaakkkkkkkk
Muuuuaaaaaaaaaakkkkk.
COMUNERO
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